FASE FINAL


El anciano hombre cansado dormía luego de un arduo día laboral. Su habitación era bastante amplia y las puertas cerradas se encontraban. A pesar de su fatiga se levantó dos veces para beber agua, ya que el sol del día anterior lo había deshidratado. Luego de su segunda vez fuera de la cama se recostó para volver a dormir, y cerró sus ojos. Al pestañear sintió un viento cálido que lo envolvió por completo. Se sentía sin la capacidad de mover su cuerpo, y sólo era capaz de girar sus ojos.  Sus sabanas y frazadas deslizándose hacia la izquierda en perfecta sincronía caían. El pánico lo atrapaba y los gritos de desesperación eran oídos únicamente en su mente. Desde el rabillo del ojo logró ver la puerta abriéndose y dos dedos sobresaliendo de entre las sombras.  Su nombre comenzó a ser escuchado en susurro diabólico. Una vez cerca, la sombra levantó su brazo y aplastó el pecho del asustado hombre. Cuando finalmente logró  gritar la agonía pareció acabar y de un salto se levantó y corrió hacia el interruptor para prender la luz. Se sentó al borde de su cama y con su mano secaba el sudor de su rostro. Fue hacia el comedor de su casa y encendió el televisor. Desafortunadamente, la luz comenzó a parpadear y de a poco la luz se atenuó hasta desvanecerse. En terror salió corriendo de la casa para darse cuenta que la oscuridad afectaba a todo el vecindario. Miró hacia las estrellas y al no ver ninguna pensó en buscar una linterna en su bodega. Cuando estaba a punto de hacerlo vio dos luces frente a él, en forma de ojos. Claro, los eran. Fue arrastrado de vuelta al interior de la casa y en gritos de auxilio fue ingresado. El rostro no podía ser percibido pero risas parecidas al de una hiena lograban intimidarlo. La oscuridad era absoluta y los llantos en discordancia se mezclaban con las risas demoníacas.

6 AM, y el despertador sonaba. Jamás un sueño había sido tan lúcido. En alivio tomó su rostro y sonrió mientras miraba al cielorraso. Eso sí, Cuando levantó las tapas de su cama pudo ver manchas de sangre en las sábanas. En sus piernas tenía una cicatriz que formaba una escritura así: “Mañana vendré por tu alma”


 -Pablo Trujillo-


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